Uno vuelve siempre a los viejos sitios en que amó la vida,
Y entonces comprende como están de ausentes las cosas queridas.
(Las simples cosas. Chavela Vargas)
Así vamos haciendo
nosotros donde regresamos a sitios en los que ya hemos estado, generalmente por
pura coincidencia.
Pero empieza a
pasarnos algo que no consigo definir: cuando pasamos por un lugar a veces no
recordamos si lo hemos visitado o no y los recuerdos a veces se mezclan y nos
juegan malas pasadas, como de hecho nos ocurrió yendo al Cañón del Rio Lobos,
donde comenzó esta escapada. Y es que cuando
pasamos por San Esteban de Gormaz pensamos que ya habíamos estado pero donde
realmente estuvimos fue en Gormaz y no en
San Esteban de Gormaz. De cualquier forma cuando regresamos a sitios en lo que
ya habíamos estado, no los vemos con los mismos ojos, bueno, los ojos son los
mismos, pero nosotros no, por lo que los miramos de forma distinta o quizás la
palabra más correcta es que vemos de diferente forma y encontramos también cosas distintas.
Así, el 20 de marzo, salimos de casa con rumbo al puente de los
siete ojos, punto de partida o de llegada, depende de cómo se mire, del Cañón del rio Lobos. Este cañón ya lo
habíamos visitado dos veces más, la primera en tienda de campaña, en nuestros
“orígenes”, y la segunda con nuestros hijos pequeños, pero siempre entrando por
Ucero y nunca por este puente. Elegimos el lugar por tener un merendero donde
leímos que se podía pernoctar sin problemas ya que en san Leonardo de Yagüe,
donde hay área, parece que al estar al lado de una carretera nacional resultaba
un poco ruidosa (41.7946, -3.1070).
Llegamos a la hora de comer y después de descansar un poco, decidimos salir a caminar por el cañón, por una senda que discurre paralela al rio Lobos.
Y realmente fue un hermoso paseo siempre junto al rio que aunque llevaba agua, discurría muy tranquilo y sus remansadas aguas en algunos rincones reflejaban los paredones de esta garganta.
Y un silencio total. Y una soledad completa. En nuestro breve recorrido de hora y media tan solo nos encontramos con tres parejas.Caminamos entre pinos
y enebros hasta que la senda cruzaba el rio a través de enormes piedras. No nos
atrevimos a hacerlo cargando a nuestra amiga Tula, viejita ya, con sus 15 años
bajo su pelo, y dudamos de que ella pudiera ir saltando de roca en roca. Si a
esto sumamos ya la hora, todo nos decidió a regresar.
La noche nos envolvió con una completa
oscuridad. Ni un rayo tenue de luna. Sobrecogedor. Antes tanta oscuridad no me
imponía tanto. Pero ahora…me daba la impresión de que el mundo podía haber
desaparecido y no haberme enterado y solo cuando intentara poner un pie
fuera de la acogedora burbuja de mi
autocaravana, me engulliría la oscuridad, la nada, y desaparecería. ¡qué gran
talento para imaginar se ha perdido la humanidad!
Una pista fácil nos acercó a unas enormes paredes rocosas por las que el rio se introduce formando unas curiosas y bonitas cavidades que no dejan de ser parte de un paisaje kárstico.
Este peculiar paisaje kárstico tan solo es un tramo de unos pocos metros, pero es hermoso y como el paseo es fácil, corto y agradable, merece la pena acercarse a ver este lugar.
Además pudimos disfrutar de la compañía de un buitre que en lo alto de una roca nos observaba hasta que levantó el vuelo para unirse a un grupo que buscando las corrientes térmicas se elevaban.
Ahora ya de regreso en
la autocaravana pusimos rumbo al cementerio
de Sad Hill donde en su día se rodaron las últimas escenas de “El feo, el bueno y el malo”, protagonizada entre
otros, por Clint Eastwood y dirigida por
Sergio Leone.
Para acceder a este
lugar con autocaravana hay que hacerlo desde la localidad de Contreras, ya que
desde Santo Domingo de Silos el camino o pista de tierra tiene pendientes
pronunciadas. Ya lo intentamos hace un par de años pero nos encontramos el
camino cerrado por obras así que con cara de bobos, nos tuvimos que dar la
vuelta. Y ahora era el momento.
Una vez en Contreras y
por una pista de tierra en muy buen estado, en tan solo 3km llegamos a un
aparcamiento que da acceso a este curioso lugar.
Hay una valla y algún
cartel que explica como se hizo este lugar, por soldados españoles que
simularon más de 5000 tumbas que concéntricamente rodeaban un espacio central circular donde se desarrolló la parte final de
este afamado film.
A su entrada y en lo alto de la loma, hay una silueta de Clin Easwood y dos revólveres con el nombre de “Sad Hill”. Hacia abajo se extienden miles de cruces alrededor de este círculo. Casi todas tienen nombre.
Y es que a este lugar
se lo “comió” el tiempo, el olvido, cubriéndose de maleza y fue “desenterrado” por una asociación
que se encarga ahora de su conservación y mantenimiento. Recaudando 15 euros
por cada cruz que da derecho a poner un nombre, consiguen mantener este curioso
lugar que recibe muchas visitas. Decir que nosotros visitamos este sitio en un
martes de marzo y que pudimos ver más de media docena de turismos y cinco
autocaravanas, todas extranjeras.
Descendimos la pequeña
loma para acercarnos entre los montículos que simulaban las tumbas, al círculo
central. Un árbol seco en un lado junto a la tumba de Arch Stanton marcaba el
lugar donde en su día y según el film debió de estar la famosa tumba
“unknown” (desconocida) donde se enterró
el oro.
Busqué en youTube la escena final de la película para ir identificando las distintas tomas. Se me había olvidado lo lenta que era, y como se recreaba en esa lentitud.
Estuvimos paseando un buen rato entre estos montículos con sus cruces de madera con nombres de las distintas personas, o grupos, que habían ayudado a la conservación de este lugar pagando 15 euros a la asociación que lo rescató del olvido. Encontramos nombres como Enio morricone, Felix Rodriguez de la Fuente, Claudia Cardinale, Eli Wallach (uno de sus protagonistas) junto a cientos y cientos más, anónimos o conocidos.
El francés que nos
contó lo del joven admirador-imitador de Clin Eastwood, autocaravanista
también, nos dijo que, pese a ser más joven que nosotros, se había retirado de la vida laboral para
cuidar a su mujer enferma. Después de una larga estancia en España, regresaban
a su casa, cerca de Suiza, para retomar de nuevo el viaje. Nos comentó que era
hijo de españoles republicanos huidos tras la guerra civil y de ahí que hablara
bien el español, aunque no era bilingüe. Le maravillaba que en España no
hubiéramos perdido aún lugares como este, solitarios, salvajes, sin explotar.
Nos dijo que en Francia todo había sido descubierto y todo era explotado. Y
curiosamente esa era una cualidad que yo admiraba de los franceses, que saben
lo que tienen y saben sacarle partido mientras que nosotros las dejamos
abandonadas. Como casi siempre, cada uno
admira lo que tiene el otro.
Comimos, descansamos un poco y regresamos de nuevo para dar otra vuelta a este curioso lugar, tan emblemático. Vimos llegar a una pareja de señoras que no debían de saber lo que veían, porque comentaron algo sobre la peculiaridad del lugar y ni siquiera bajaron al círculo central.
Y descendimos a donde
elegimos para pasar la noche (42.017560, -3.407315). El sol se había ido ya y
nosotros esperamos la noche aquí para mañana poner rumbo al norte.
¡Malditos relojes de
torres!. No ha cesado en toda la noche. Daba las medias y enteras y estas
últimas, dos veces por si alguien no las oía a la primera. Me he puesto los
cascos de la radio y me he dormido hasta las 7,30. Exceptuando esto, noche muy
tranquila aunque no dejé de pensar en lo delicioso que hubiera sido quedarnos
en Sad Hill, pero, sinceramente, las noches son ahora muy oscuras y me
sobrecogen. Así que recordé la sensación de la noche anterior y me sentí más
segura abajo. Seguramente me perdí muchas cocas como un amanecer de “cine” y
las campanadas del reloj. Pero, todo no se puede tener y los años, que me han
vuelto más imprudente para algunas cosas aplicando ese dicho que ahora más vale
arrepentirse de haberlo hecho que no quedarse con las ganas de hacerlo, me ha
hecho más temerosa para otras. O quizás mido más los riesgos que merece la pena
correr.
Y en la espléndida mañana del día 22 de marzo,
ponemos rumbo a Quintanilla de las Viñas,
a su iglesia visigótica. En nuestro camino hacemos una breve parada en unas
icnitas que están en la misma carretera. Se ven muy bien pero no son nada del
otro mundo así que continuamos a nuestro destino a donde llegamos un poco
pasadas las 10 tras atravesar un angosto pueblín.
Dejamos la carretera
para subir por una estrecha pista de tan solo 50 metros. Aparcamos y un minuto
después vino el guarda quien nos abrió las puertas.
Por una pequeña puerta
lateral accedemos al interior donde destaca el arco en herradura que da acceso
a un pequeño ábside. Es lo único que queda de lo que no se sabe que hubo en su
día ya que en algún sitio leo que se desconoce
si llegó a ser terminada. De cualquier forma parece ser que su tamaño
era mayor de lo que se conserva ahora.
No es de las mejores
que hemos visitado, es pequeña, pero tiene su encanto.
En las arquivoltas se representan lo que parecen frailes y músicos con un estado de conservación excelente que parece que hayan sido esculpidos ayer.
No hay más, ningún canecillo, nada significativo así que nos dirigimos ahora al norte, hacia el Cañón del Ebro discurriendo por páramos de escasa vegetación que parecen ser azotados por fríos vientos.
Y en nuestro camino poco nos tenemos que
desviar para visitar también la portada
románica de la iglesia de Escalada.
Pero su estado de
conservación es bastante deficiente por lo que a mi juicio, no merece mucho la
pena.
Y por hoy damos por
terminado nuestro itinerario de románico para introducirnos por una estrecha carretera
que se interna por el Cañón que el río
Ebro ha formado.
Ya antes de llegar el
paisaje que nos ha acompañado ha sido de grandes paredes graníticas
sobrevoladas por los buitres y durante muchos kilómetros.
La carretera es estrecha pero exceptuando algunas curvas, tiene buena visibilidad. En un punto encontramos un mirador y nos asomamos a admirar este impresionante tajo que el Ebro ha ido esculpiendo a su paso con la paciencia de miles de años. Abajo, el río discurre tranquilo y podemos admirar el vuelo de algún buitre desde arriba, debajo de nosotros.
Continuamos rumbo a
nuestro destino de hoy: Pesquera de Ebro donde figura un área para
autocaravanas. Y pronto llegamos pero…atravesar el pueblo se convierte en un
“ay” ya que las calles son estrechas y hay que calcular bien. Antes de tomar la
desviación hacia el área, nos topamos de frente con un puente que cruza el rio
de anchura bastante dudosa para que quepamos. Pero en eso, pensaremos mañana.
Nos desviamos hacia el
área, también por una estrecha pista que nos saca de la localidad para
depositarnos a las afueras. Temo que nos hayamos equivocado pero unos 100
metros delante encontramos lo que parece que es el área y una zona de juegos (42.8038,
-3.7182). Nadie. Pero el problema no es la soledad. La fuente no funciona, no
hay para vaciado de grises y tampoco negras y para colmo, nada de nada de cobertura
para el móvil. Nos pareció un sitio poco atractivo y teníamos en nuestra mente la imagen del
puente, todo un problema.
Primero medimos la
autocaravana y luego el puente ya que por increíble que parezca, no había señal
alguna de su anchura. Medimos 2,80 de ancho. Parece que si admitía el nuestro.
Después, yo, pie a tierra y Angel a los mandos, nos internamos despacio, muy
despacio hasta que nos vimos en el otro lado. Prueba superada.
Iniciamos el ascenso
de nuevo y ya una vez arriba solo nos quedaría circular unos cuantos kilómetros
más hasta encontrar una carretera más ancha que nos condujo a donde nos
encontramos ahora en Valdenoceda.
Nuestro primer intento de pernocta, junto a una iglesia, se ve truncado ya que los accesos se hacen por calles estrechas y ninguno nos convence. Cuando dimos la vuelta para decidirnos por alguno, vi un camino que nos llevaba junto al río. Había leído muchos comentarios de esa zona de baño y de picnic, así que tras comprobar que era accesible, descendimos unos metros y nos quedamos a la orilla del Ebro que hoy discurre tranquilo (42.8489, -3.5977).
Y a las 16 horas nos
dispusimos a comer, después de haber confirmado la visita a la iglesia de San Pedro de Tejada. Tarde y noche muy
tranquilas para partir a la mañana siguiente, el 23 de marzo después de
desayunar hacia la ermita.
Lo primero que destaca por su belleza y sobriedad es la portada con varios relieves que destacan por su sencillez. También los canecillos que sustentan las cornisas del ábside y las fachadas poseen un variado repertorio iconográfico, en el que sobresalen los temas lúdicos y eróticos.
El edificio, construido en la segunda mitad del siglo XII, pertenecía al conjunto del monasterio de San Pedro de Tejada, fundado en el año 850, pero unos 200 años después será absorbido por el monasterio de San Salvador de Oña. La iglesia es el único resto conservado de todo el conjunto monástico.
Su interior es de una sola nave con un ábside semicircular con arcos ciegos Llaman la atención los capiteles que aun conservan su policromía. No nos permiten hacer fotografías de su interior. Es de propiedad privada y la joven que nos la enseñó nos dijo que con lo que se abona por entrar no se pagaba ni su salario.
Después de esta breve visita, cambiamos de escenario y nos dirigimos hacia Valdenoceda, a caminar por el desfiladero de Los Hocinos.
La ruta comienza junto al río Ebro, tras cruzarlo y dejar la autocaravana en un espacio junto a la N-232. Habíamos preguntado a la joven guía de San Pedro de Tejada si era posible ir con nuestra perrita ya que había leído que había pasarelas metálicas, y nos confirma que no hay mayor problema, que es algún tramo que otro, pero corto. Así que nos preparamos para caminar los tres, siempre juntos.
Disfrutamos de unos pocos kilómetros, muy llevaderos, junto al tranquilo río Ebro y regresamos sobre nuestros pasos.
Del resto del día, que
fue ya parte del regreso, destacar la parada en una tienda artesana de quesos,
regentada por un joven, lo que siempre me alegra, y donde compramos un
delicioso queso y luego la pernocta cerca de Burgos capital, en Cubo de Bureba
(42.6385, -3.2064) en un área pequeña pero muy tranquila y con un pequeño
comercio al lado donde venden unas “salchichas negras” (morcillas), según algún
comentario en Park4night de algún extranjero, realmente buenas y donde por
supuesto, al día siguiente, 24 de marzo, compramos.
Horas después, a la
hora de comer, estábamos ya en casa dando por terminada esta breve escapada por
estas tierras de Burgos a las que siempre regresamos y siempre, descubrimos
algo nuevo y también algo que nos devuelve nuestro pasado.
Mª Angeles del Valle Blázquez
Boadilla del Monte, Julio 2023
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